Covid 19 y continente africano (II): Medidas de distanciamiento social y sistemas de salud
Las medidas de distanciamiento social podrían tener unas consecuencias nefastas sobre la precaria economía informal de estos países. Paralizar la vida económica supone reducir al máximo las posibilidades de disponer de ingresos económicos y la capacidad de los estados difícilmente podrá asumir la cobertura social con economías en crecimiento, en muchos casos, pero sistemas fiscales apenas inexistentes con una capacidad recaudatoria limitada.
Sin embargo, estas medidas se han ido imponiendo a lo largo del continente en las últimas semanas. La sensación es que su respuesta ha sido, en general, rápida e incluso con mayor antelación que los países europeos. La mayoría de los Gobiernos se han inclinado por un confinamiento con toque de queda nocturno que permite a la población continuar con sus ocupaciones durante el día. Pero algunos, ante el avance de la epidemia, se han visto forzados a decretar el encierro en casa de los habitantes de sus principales ciudades. Es el caso de la República Democrática del Congo (RDC) con Kinshasa o Nigeria con Abuja y Lagos. Horas antes de que se hiciera efectivo el confinamiento en estas grandes aglomeraciones urbanas se produjo un éxodo de miles de personas hacia las zonas rurales para tratar de escapar del mismo.
Son muchas las voces de intelectuales africanos y africanas que cuestionan la sostenibilidad y pertinencia de estas medidas en el continente, donde la mayoría de la población ya sea en la zona rural como en la urbana vive al día y precisa salir de casa a diario para obtener no sólo alimentos, sino también suministros básicos para sobrevivir: agua, carbón o leña para cocinar. Las medidas de confinamiento en el hogar son científicamente las ideales, pero impracticables en hogares donde no hay electricidad, frigoríficos, ni principalmente agua.
En este punto, y continuando hacia los niveles más externos de nuestro modelo, tocaría analizar el entorno construido, nivel al que pertenecen los sistemas de salud, infraestructuras, sistemas de telecomunicación, sistema educativo y legislativo.
La OMS nos advierte que las medidas fundamentales para la prevención de la transmisión del Covid-19 son el lavado de manos con agua y jabón o solución hidroalcohólica, entre otras, como principal medida. No vamos a analizar la capacidad de adquisición de solución hidroalcohólica de millones de familias que viven con menos de 2$ al día en África. Simplemente, el acceso al agua es ya uno de los mayores problemas de salud pública a lo largo y ancho del continente. La recolección de agua para muchos hogares africanos es una odisea diaria, que recae principalmente en mujeres y niñas. Anualmente, las mujeres y las niñas pasan 40 mil millones de horas en total recolectando agua, entre desplazamientos y horas de espera en las colas de los pozos (Stefano, M. www.iagua.es). Establecer medidas de distanciamiento social en estos puntos supondrá enormes retos que podrían aumentar otros riesgos para las mujeres y niñas durante el desempeño de esta tarea, como puede ser la violencia de género.
A estas alturas ya conocemos, por experiencia, la capacidad del Covid-19 de saturar y colapsar los sistemas sanitarios, incluso los más desarrollados. De nuevo, los sistemas sanitarios de los diferentes países africanos difieren en desarrollo y capacidades, con Marruecos, Argelia, Sudáfrica a la cabeza, pero con otros países donde los respiradores y las UCI prácticamente no existen o carecen incluso de un suministro eléctrico continuo para garantizar su funcionamiento. Según el informe de la OMS de 2018 titulado “El Estado de Salud en la Región Africana”, en 2015 sólo 9 países gastaban más de 500$ al año per cápita. En España, en 2017, el gasto por habitante fue de 1.479 euros, según datos del Ministerio de Sanidad español.
Los profesionales de la salud escasean, en general, y los sistemas recaen en personal de enfermería con escasa formación y medios, aunque con enorme compromiso con la comunidad. La densidad de médicos en la región varía entre 0,1-0,2 1.000 habitantes, la de personal de enfermería de 0,14 y 5.1/1.000 habitantes y la de personal técnico de laboratorio con un promedio de 0,1/1.000 habitantes en toda la región.
Además, las posibilidades de transporte y derivación desde zonas de interior a hospitales de referencia, son también limitadas, por la escasez de ambulancias para la derivación y la limitada red de carreteras en la mayoría de zonas rurales.
Sin embargo, tras el conocimiento del estado de emergencia internacional decretado por la OMS a finales de enero, los países africanos han hecho un esfuerzo para prepararse contra la pandemia. A finales de febrero un grupo de investigadores liderado por el doctor zambiano Nathan Kapata publicaba un informe en la revista International Journal of Infectious Diseases en el que aseguraba que «África está mejor preparada que nunca» para hacer frente a este desafío. Por su parte, la OMS puso en marcha un plan de choque que incluyó la distribución de 90.000 equipos de protección entre los países más vulnerables, así como la formación a 11.000 sanitarios del continente. Así mismo, en coordinación con los Centros para el Control de Enfermedades (CDC) de África, se logró que al menos 43 países contaran con laboratorios habilitados para hacer pruebas de detección del virus. Al principio de la pandemia solo se podía en dos.
Entre las potencialidades internas, están las redes de salud comunitaria, extendidas en muchos contextos rurales, con años de implantación y formación y reconocidos por su propia comunidad y los sistemas públicos de salud. Sin embargo, habrá que ver cómo se concilian los mensajes de prevención con la medicina tradicional, que no olvidemos tiene mucha importancia en comunidades africanas y que podrían ser un aliado potencial o un potenciador en la expansión del virus, dependiendo de en qué medida ejerzan o no su liderazgo comunitario en favor o en contra de la expansión del virus.
Así mismo, la experiencia en la lucha contra brotes, epidemias y pandemias, pueden ser de enorme utilidad para afrontar este nuevo golpe a la vida de sus gentes. Ocurrió hace no mucho, 2015, con la epidemia de cólera en el África occidental y ocurre, desde hace años, con la malaria y la pandemia del VIH/SIDA que, lejos de lo que pensamos, sigue azotando la vida social y económica de la mayoría de países, sobre todo, aquellos del cono sur.
Por otro lado, la capacidad de obediencia o sumisión, fruto quizás de imposiciones colonizadoras, es elevada en muchos países africanos. El respeto al máximo de la autoridad política, bien por miedo a represalias o por confianza en las mismas, es habitual para lo bueno y para lo malo. Sin embargo, llevado al extremo, puede suponer una vulneración de los derechos esenciales de la ciudadanía. En un reciente informe, Reuters informa de algunos casos de violencia policial como en República Democrática de Congo o el uso de gases lacrimógenos contra la población por parte de la policía egipcia.
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